07 Dic 2022 Nuestro coordinador, Ato Kwamena Sagoe, rota por diversos centros de Hermanas Hospitalarias
Media hora después de terminar esta entrevista, hará una presentación a un amplio grupo de compañeras enfermeras del Hospital Aita Menni en la que les explicará cómo es ser enfermero en la Unidad de Salud Mental del Centro San Benito Menni de Monrovia, Liberia, uno de los países más desfavorecidos del mundo. Su charla es una especie de despedida del Hospital, en Arrasate / Mondragón, donde ha pasado algo más de un mes rotando por varias unidades. También ha visitado en los últimos días la casa madre de Hermanas Hospitalarias en Ciempozuelos y la Clínica San Miguel en Madrid, especializada en rehabilitación psicosocial.
Es la segunda charla que da el coordinador de nuestra Unidad de Salud Mental de Monrovia desde que llegó al País Vasco. La primera fue en una jornada dedicada a la salud mental en África que contó con la participación del director de Cooperación de la Diputación Foral de Gipuzkoa, una de las entidades que ha aportado ayudas para la Unidad. Y es que Ato Kwamena Sagoe, ghanés de 30 años, tiene facilidad de palabra. “Se me da bien hablar en público, socializar, y por eso comencé a estudiar para ser profesor”, recuerda. Su ilusión era ser futbolista —es un fervoroso seguidor del Liverpool—, “pero estudiar magisterio o enfermería era una de las pocas maneras que tenía de encontrar trabajo lo antes posible”.
“No llegué a ser profesor a pesar de que era lo que quería”, dice. “Me ofrecieron la oportunidad de entrar en un programa de estudios para ser profesor, pero la formación se hacía en francés, así que acabé estudiando para enfermero. Me recomendaron que me especializara, y como siendo hombre no tenía muchas posibilidades de ser enfermero de ginecología, comencé a estudiar en la Escuela de Enfermería Psiquiátrica de Ankaful”, un lugar cercano a la ciudad de Cape Coast en el que existe un hospital general y un hospital psiquiátrico.
“Allí vi que había mucha gente que sufría y a la que podía ayudar, y empecé a comprender la complejidad de la mente humana y su funcionamiento”, narra. Su propia mente le jugó alguna mala pasada durante su formación, de tres años de duración más un año de prácticas. Lo recuerda, divertido: “Un profesor nos explicó el delirio, y nos puso como ejemplo que una persona puede estar convencida de que es alguien que no es, como Dios o el presidente del Gobierno. A mí eso me sonó un poco exagerado, hasta que un día, durante mis prácticas, me topé con un paciente que decía exactamente eso, que él era Dios. Lo primero que pensé es que mi profesor y el paciente tenían una especie de acuerdo o de plan conjunto para contar esa historia a los alumnos”.
También se dio cuenta de que ser enfermero de psiquiatría tenía una dificultad añadida: “Los pacientes mentalmente sanos te pueden explicar dónde les duele, qué tipo de dolor tienen o con qué frecuencia lo sienten, pero es muy difícil saber qué le pasa a alguien que rechaza comer y no se comunica contigo, y más difícil aún conseguir que siga un tratamiento”.
Prácticas en Dompoase
Al terminar sus estudios, Ato comenzó a realizar prácticas en el Hospital Benito Menni que las Hermanas Hospitalarias tienen en Dompoase, donde hay un centro de rehabilitación para personas con enfermedad mental. “Allí estuve seis meses, y luego me marché —nos cuenta—. En diciembre de 2018, recibí una llamada en la que me ofrecieron ir a Monrovia a trabajar en la Unidad de Salud Mental del Centro de Salud San Benito Menni”, creada un año antes en la capital de Liberia e impulsada desde el Hospital Aita Menni de Mondragón a través de un hermanamiento con el centro liberiano. “Me gustan los retos y tenía ganas de viajar, así que, tras hacer una entrevista con la Superiora de la Provincia de Inglaterra, de la que dependen los centros de Ghana y Liberia, el 28 de febrero de 2019 comencé a trabajar en Monrovia”.
En un lugar con recursos muy limitados, la labor de un enfermero es amplia: “Me ocupo de todo aquello que tenga que ver con cuidar a las pacientes, desde preparar y administrar la medicación hasta organizar actividades, alimentarlas o hacer camas —explica—. Desde enero de 2022, además, estoy a cargo de la Unidad, y eso significa organizar los turnos del personal, realizar informes sobre la actividad asistencial, ejercer de enlace con Hermanas Hospitalarias en Inglaterra y Mondragón o representar a nuestro centro de salud mental en las reuniones mensuales del Comité Técnico de Coordinación de Salud Mental del Gobierno de Liberia o en encuentros con otras instituciones”.
Las dificultades allí no se limitan sólo a los recursos materiales. Durante décadas, en Liberia ha habido un solo psiquiatra —el segundo acaba de obtener su título hace apenas unos meses—, y existe sólo otro centro de atención a la enfermedad mental, el Hospital E. S. Grant, que actualmente colabora con la Unidad del Centro San Benito Menni derivándoles pacientes. “Seguramente la mayor dificultad es luchar contra la visión que existe en buena parte de África sobre la enfermedad mental —explica Ato—. Los espíritus, la brujería o el curanderismo son elementos muy presentes en las culturas africanas, y con frecuencia las familias que tienen algún miembro con enfermedad mental u otras enfermedades como la epilepsia recurren a prácticas que no sólo no ayudan a estas personas, sino que empeoran su situación. Las llevan a ver al curandero o a un representante de la religión que profesen, y terminan atadas a un árbol en un bosque o sometidas a rituales.”
Trabajo con las familias
Su labor y la del personal de la Unidad que dirige, por tanto, pasa también por trabajar muy cerca de las familias: “Cuando las pacientes regresan a su entorno, su familia son sus médicos y sus enfermeras, y por ello, si queremos que el proceso de rehabilitación tenga éxito y se mantenga en el tiempo, hay que conseguir que comprendan qué es la enfermedad mental y que entiendan que puede tratarse. Podrán convivir con ella si saben cómo cuidar a su familiar”.
Por ello, en la Unidad de Salud Mental María Josefa Recio —nombrada en honor a una de las fundadoras de Hermanas Hospitalarias— se otorga una importancia capital a las reuniones con las familias “porque forman parte de la rehabilitación, y sólo con su colaboración conseguiremos restaurar no sólo la salud de las pacientes, sino también su dignidad. Pero no sólo queremos concienciar a las familias, sino también al resto de la sociedad, y para ello colaboramos en programas de radio, damos charlas en colegios y realizamos actos públicos para explicar la importancia de detectar situaciones de riesgo de enfermedad mental y tratarlas adecuadamente”.
La Unidad de Salud Mental del Centro de Salud San Benito Menni de Monrovia atiende simultáneamente a un grupo de entre 15 y 20 mujeres con enfermedad mental y discapacidad intelectual, y desde su puesta en marcha han pasado por sus instalaciones casi 200 mujeres. Una gran parte de ellas vuelve cada mes al centro para una visita de seguimiento, y otras reciben la visita de las trabajadoras sociales en sus propios domicilios. “El seguimiento —explica su responsable— es una parte fundamental de nuestra labor para evitar recaídas, recaídas que a veces nos obligan a buscar por las calles a ex pacientes que han abandonado sus domicilios.”
Pese a su breve existencia, la Unidad se ha convertido ya en una referencia en la atención a la salud mental en el país. “Colaboramos con el Colegio de Médicos y Cirujanos, y tenemos un programa de residencias destinado a la capacitación de estudiantes y residentes de posgrado en psiquiatría —explica Ato—. El hasta ahora único psiquiatra del país, el doctor Benjamin Harris, trabaja con nosotros, y un nuevo especialista recién licenciado ha realizado su residencia en nuestras instalaciones. Además, acogemos a estudiantes en prácticas de la Escuela de Enfermería de la Facultad de Ciencias de la Salud Mother Patern. Participamos en el Comité Técnico de Coordinación de las políticas de salud mental del Gobierno liberiano, y contamos con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud y otras instituciones que trabajan en este ámbito en Liberia”.
Su rotación por diversas unidades del Hospital Aita Menni y de los centros de Hermanas Hospitalarias en Ciempozuelos y Madrid ha aportado nuevos conocimientos y vivencias a este joven enfermero. Ato destaca “el cariño que se respira y con el que se trata a los pacientes, como si fueran familia”, y valora especialmente lo vivido en la Unidad de Discapacidad Intelectual del Hospital Aita Menni: “Son pacientes muy especiales. Cuando comprendes cómo sienten y cómo perciben el mundo que les rodea y te pones en su lugar, tu capacidad para atenderles mejora muchísimo”. Se lleva también para Liberia “la importancia del trabajo en equipo con un enfoque multidisciplinar, y también la idea de que cada paciente es único y el tratamiento debe seguir un plan individualizado; es algo que hacemos también en nuestra Unidad, pero no de una manera tan detallada”.
¿Y qué podríamos aprender aquí de la labor asistencial en los centros africanos? “Pues probablemente os vendría bien tener nuestra capacidad de improvisar, de dar solución a los problemas con pocos recursos”.
Una nueva manera de vivir la Hospitalidad
Esta experiencia le ha aportado “una nueva manera de ver y vivir los valores de la Hospitalidad, y la sensación de formar parte de algo grande, con una historia impresionante desarrollada por gente que, desde el padre Menni hasta ahora, ha dedicado su vida a hacer mejor la vida de los demás”.
Como buen aficionado al fútbol que es, ha sacado tiempo, además, para asistir a un par de partidos de la Real y el Athletic y para ver el estadio del Real Madrid, y ha podido recorrer también algunos parajes de la geografía vasca.
Para cuando estas líneas sean leídas, Ato Sagoe —“Kwamena” es un nombre añadido por ser varón nacido en sábado— ya habrá regresado a Monrovia. Se lleva consigo el afecto recibido en el País Vasco y Madrid. “Doy las gracias a todas las personas que me han acompañado y ayudado mientras he estado aquí, y muy especialmente a Sor Lourdes Pérez —Superiora de la Provincia de Inglaterra— y al director gerente de Aita Menni, Mikel Tellaeche, por haberme dado la oportunidad de trabajar en el centro de Monrovia y formar parte de esta gran familia Hospitalaria, Sor Paz de Ciempozuelos, todas las hermanas de la Comunidad de Mondragón, la doctora Eglee Castillo, Nerea Gutiérrez, José Luis Girón, Amaia Jáuregui y todas las enfermeras. Y un enorme ‘gracias’ a mi madre por todo el apoyo que me ha dado siempre”.
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