20 Mar 2024 Conoce a Cris, enfermera voluntaria que nos ha acompañado durante dos meses
Cristina Bressel es una enfermera de Madrid (España) que ha trabajado como voluntaria en nuestra Unidad de Salud Mental en enero y febrero. Se licenció en Enfermería en la Universidad Autónoma de Madrid y se especializó en enfermería de salud mental en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, donde también realizó su periodo de residencia. Tiene experiencia como enfermera general en varias unidades del Hospital Universitario Puerta de Hierro y en varios centros de salud, y fue voluntaria durante la pandemia de Covid en el Hospital Universitario La Paz.
¿Por qué quisiste hacer un voluntariado en el extranjero?
Me encanta viajar y conocer nuevas culturas, y desde que empecé a estudiar enfermería, siempre quise hacer un voluntariado en un país africano, para compartir conocimientos.
¿Por qué Liberia y por qué el Centro Benedict Menni?
La oportunidad me llegó a través de alguien que me puso en contacto con Mikel, el director del programa, y durante una llamada telefónica me describió las instalaciones y sentí que era el lugar adecuado y la oportunidad perfecta para ir y aprender más sobre psiquiatría y sobre un nuevo país.
Durante mi residencia tenía la oportunidad de salir dos meses de mi hospital y ampliar mis conocimientos sobre salud mental, y cuando me enteré del programa y del país, sentí que era el lugar adecuado para mí.
¿Cuáles fueron tus primeras sensaciones al llegar? ¿Era tu primera vez en África?
Sí, era mi primera vez en África. Cuando salí del aeropuerto me sentí muy abrumada, y enfrentarme a la realidad de estar aquí fue una especie de shock. Al ver todo el caos que hay en la ciudad, los mercados, las carreteras… sentí que no podría aguantar dos meses.
Recuerdo el viaje en coche, Ato explicándome cosas sobre el país, y yo sin entender muy bien a qué me enfrentaba… A medida que nos acercábamos a la clínica, nos adentrábamos más en el caos que reina en la ciudad. Empecé a pensar que nunca podría armarme de valor para salir a la calle a pasear.
Cuando entramos en el recinto de la clínica, me sentí muy aliviada; es un espacio que destila seguridad, tranquilidad, con un jardín grande y apacible. A decir verdad, me sentí muy pequeña en un lugar tan vasto. La realidad se cernía sobre mí: la cultura, el calor, el ritmo de vida, la gente… Pensé que no sería capaz de encajar. Recuerdo saludar brevemente a las pacientes, siempre recordaré las caras de las pacientes cuando las conocí, cara a cara, evaluando la situación, la mirada de sus ojos… ¡lo único que conectaba ambas partes eran las emociones de confusión y preocupación! Además, conocer a los miembros del personal e intentar recordar todos los nombres, las caras y la rutina del trabajo… Lo sentía tan diferente del trabajo que estaba acostumbrada a hacer en España…
¿Cuáles eran sus funciones en el centro?
Como enfermera especializada en psiquiatría, me integré en la dinámica de la clínica y formé parte del equipo sin ningún problema. Algunas de las tareas eran guiar grupos terapéuticos, grupos de educación para la salud, grupos de psicoeducación, intervenciones psicoterapéuticas individuales, administración de medicación, intervención en crisis…
De forma más específica, debido a los conocimientos que ya tenía de psiquiatría, empecé a hacer seguimiento individual con un paciente que tenía ideas autolíticas y también valoración emocional de una paciente sordomuda, e hice seguimiento especial de pacientes con trastornos metabólicos (obesidad e hipercolesterolemia).
¿Cuáles fueron las similitudes y diferencias en el tratamiento con tu experiencia previa en España?
El programa diario de la semana es muy similar a los que he visto en otras unidades de rehabilitación de larga estancia en España. Las terapias —relajación, musicoterapia, intercambio de noticias, psicoeducación, educación para la salud, ejercicio…— eran similares, así como las reuniones de personal.
Entre las diferencias, la forma en la que el profesional se acerca al paciente para una intervención, tratándolo con respeto y de igual a igual, o la forma en la que aquí se utiliza la medicación psiquiátrica, intentando que sea la mínima posible. O la forma en la que se trata a los pacientes cuando tienen una crisis o cuando sufren una descompensación psicótica.
Otra diferencia son las funciones que cada miembro del equipo terapéutico tiene en el centro. La trabajadora social tiene un papel importante en el tratamiento.
También hubo diferencias en los tiempos de respuesta cultural.
¿Qué opinas del centro, de sus profesionales y de las actividades?
El centro me parece único en Monrovia, un espacio terapéutico integral y privilegiado dotado de los medios necesarios para llevar a cabo una correcta intervención terapéutica.
En cuanto al personal, todos son muy profesionales y ofrecen un trato muy humano. Son eficientes y profesionales en el desempeño de sus tareas a la vez que cercanos y amables. Me han facilitado mucho el trabajo y me han ayudado mucho a sentirme parte del equipo terapéutico, mostrando paciencia y amabilidad ante mis preguntas. Los he sentido como de la familia y estoy tremendamente agradecida por haber encontrado un equipo terapéutico tan excepcional.
En cuanto a las actividades, todas ellas son muy enriquecedoras y terapéuticas, variadas y completas para cada tipo de paciente, y están estratificadas según la gravedad y capacidad cognitiva de cada usuaria del centro. Sin embargo, hay ocasiones en las que, debido a las limitaciones en el número de profesionales, no se pueden llevar a cabo tal y como han sido diseñadas. Es cierto que en ocasiones el grupo es muy heterogéneo y difícil de mantener activo y participativo debido a su patología.
¿Qué habilidades, conocimientos o experiencias has podido añadir a tu repertorio personal o profesional?
La mayor lección que me llevo es comprender y respetar los tiempos y la cultura del país en el que trabajas. Si intentas hacer las cosas a tu manera, te frustrarás y no progresarás como equipo. Es importante entender que las cosas y las personas se van colocando poco a poco en su sitio, y que todo acaba tomando forma y organizándose. He aprendido mucho sobre los enfoques farmacológicos y la capacidad de resolver problemas con los recursos disponibles.
Debido al importante cambio que supone trabajar en un centro liberiano (cambio cultural, climático, de idioma…), he aprendido y potenciado mi capacidad de escucha activa, dedicando tiempo a escuchar y viendo cómo a través del diálogo sincero y paciente se consiguen los objetivos terapéuticos. Un enfoque terapéutico basado en el respeto y la igualdad es más eficaz que un enfoque autoritario y jerárquico, más común en los centros de España.
He vuelto a aprender el valor de una sonrisa y he recordado cómo conectar con la gente, desaprendiendo el hábito de actuar casi automáticamente para cumplir objetivos y actividades. Se trata de tener tiempo de calidad y reorganizar las prioridades y preocupaciones que uno puede llevar en la cabeza debido a la cultura europea. Se trata de apreciar las cosas que una tiene y agradecer más los dones que Dios me ha dado para servir a los demás.
¿Alguna dificultad a la que te hayas enfrentado en tu trabajo?
A pesar de ser un país de habla inglesa, la dificultad para comunicarme con algunos pacientes que sólo hablan un inglés coloquial ha resultado ser un reto importante. El choque cultural que pueden suponer ciertas cosas, como la disparidad económica entre la población, su forma de relacionarse con los blancos…
También comprender y respetar el ritmo de actuación del país. Puede que en la cultura europea estemos más centrados en “producir cosas” y en la eficacia del tiempo. Sin embargo, aunque sean importantes aquí, la forma de trabajar es diferente, y hay que adaptarse a ella y respetarla.
¿Ha habido algo que te haya llamado la atención durante tu estancia?
Muchas cosas. Las sonrisas de la gente en la calle, la forma en que trabajan y se relacionan con los demás, su forma de vida, sus trabajos y las penurias que soportan y que, sin embargo, consideran normales y viven con dignidad. Su amabilidad al invitarte a experimentar su modo de vida y su deseo de aprender más e intercambiar ideas culturales y amistad. Me encanta la importancia que dan a las palabras; la mente liberiana no olvida, así que hay que ser firme y sincero en lo que se dice.
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